Creíamos que la enorme erupción del Hunga Tonga tenía algo que ver con los récords globales de temperatura. Ni siquiera nos acercábamos

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El 15 de enero de 2022 y sin que nadie lo esperara, el Hunga Tonga entró en nuestras vidas. No era la primera vez: en tiempos modernos, este descomunal volcán tongano había entrado en erupción en 1912, en 1937, en 1988, en 2009 y en 2014–15. Pero lo de 2022 no fue una erupción normal.

Lo normal es que este tipo de volcanes inyecten en la atmósfera toneladas de gases y, como consecuencia, la temperatura global terrestre caiga. A veces unas décimas, a veces mucho más. Basta recordar que el año en que el Tabora entró en erupción, Europa se quedó sin verano.

El Hunga Tonga no hizo eso. El Hunga Tonga inyectó una cantidad descomunal de vapor de agua a más de 10 kilómetros de altura. Tanto vapor que, como ya decíamos hace meses, convertía a este volcán en uno de los "principales sospechosos" de las altas temperaturas del 2022.

Lo curioso es que, si hacemos caso a los últimos datos, llevamos meses infravalorando el impacto que el Hunga Tonga pudo tener en la atmósfera. Según estas nuevas estimaciones estaríamos hablando de 150 millones de toneladas métricas de vapor de agua. Vapor de agua que aún está flotando a niveles muy altos de la atmósfera.

¿Y qué significa eso? Calor, bastante calor. En este contexto, como explicaba Martín León, "el vapor de agua actúa como [un] potente gas efecto invernadero y la cantidad inyectada por dicho volcán podría perdurar años y cubrir con el tiempo gran parte de la Tierra en los niveles superiores". Es decir, que (de entrada) la erupción "podría añadir unas décimas de grado [...] a la subida de las temperaturas de manera global".

"Pero unas décimas tampoco son tanto". Es cierto, a nivel aislado no son tanto. El problema, claro, es que aunque el Hunga Tonga haya sido el empujón más directo de la escalada de temperaturas, ese empujón nos ha llegado en un momento realmente problemático.

Y no, no solo hablo del cambio climático. Hablo, por ejemplo, de la caída de las emisiones de ciertos aerosoles relacionados con el azufre que estaban vinculados al transporte marítimo y que, como hemos explicado en otras ocasiones, tenían un papel importante en la refrigeración del océano. Primero, el parón del transporte de mercancías que produjo la pandemia y, más tarde, las nuevas regulaciones medioambientales han provocado que ese "extra" de refrigeración pase a la historia.

Además, tenemos El Niño y, aunque cada vez parece más probable que no sufriremos uno extremadamente intenso, es algo que supone un empujón más a unas temperaturas globales que están desquiciadas. El Hunga Tonga, por sí solo, puede ser una anécdota: el Hunga Tonga, junto a todo lo demás, es un problema.

F2iy6laxoa4diza Leon Simons

No dejamos de acumular energía. Ese quizás sea el dato más importante de tener en mente. Como se puede ver en la gráfica superior, las últimas mediciones del balance de energía de la Tierra (es decir, la diferencia entre la energía que recibimos y la que dejamos escapar al espacio) muestran que el planeta cada vez almacena más energía.

Como ocurre a menudo, no está de más recordar que el calor no es el problema central. En términos agregados, es muy posible que más calor sea mejor para la humanidad que más frío. El problema central es lo que pueda hacer toda esa energía con los sistemas climáticos. Y es un problema, porque como hemos visto estos años, no tenemos ni idea de a donde nos puede llevar todo esto.

En Xataka | Ayer fue el día más caluroso a nivel mundial desde que hay registros. El anterior récord fue anteayer

Imagen | Tonga Geological Services

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